Veo, veo… ya no veo nada.
Se fue la pasión de las palabras y el juego se me antoja torturante. Será, digo yo, que he perdido los pasos por la llanura sin caminos (ya sabéis, caminante, etcétera).
Miro (y son los mismos ojos que me abrieron el mundo) pero ya no veo nada. No es tristeza, al cabo sé que todo se termina secando bajo capas de olvido.
Desapareció la ilusión como desaparecerá el amor. No me engaño, en el fondo siempre supe (aunque me esté mal el decirlo) que esto iba a pasar. No es tristeza, es un rencor hacia mis sentidos que me nublan esa otra mirada.
Veo, veo… ya no veo nada.
Y tampoco es rencor, es ese algo que se queda pegado a los zapatos como una mierda, o como el alquitrán y esas incontadas sustancias que se aferran a los pulmones.
Será (digo yo, aunque me esté mal el decirlo) que se me ha muerto el ansia por las metáforas. Que no le encuentro sentido a seguir caminando por las nubes.
Veo, veo, etcétera.
Poema aparecido en el número 2 de la revista digital DESEO, marzo 2007.
1 comentario:
Nada es eterno y todo poeta pasa por estos trances, pero el poeta muerto siempre acaba renaciendo y viendo la luz; la que le ayuda a seguir caminando por el mundo poético.
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