Amanece una luminiscencia opalescente,
bajo mi sombrero desdichado
adivino un reflejo
en la superficie esmerilada
de ciertos ventanales donde se muestra
la virgen de los fracasos.
Intento una palabra bajo el sueño de plata
y mi locura (harta de ser y no estar)
balbucea una letra
vencida bajo el calabobos.
Amanece una opalescencia luminiscente
con las comisuras descosidas
de intentar decir el poema
que nadie entiende,
que nadie canta,
que todo está silente
y sucio y triste y frío.
Amanece el asfalto
con resaca de estrellas,
los semáforos regulan el pulso
de pasos que no saben el norte,
que se pierden en pasillos
que llevan a ninguna parte.
Amanezco con una resaca en los labios,
he perdido mi desdichado sombrero
y los zapatos con la boca descosida
para decir el poema
que la virgen del fracaso
quiere que nadie entienda
y todo permanece envuelto
en una luminiscencia
sucia y fría y triste.
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