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domingo, 27 de febrero de 2011

UNA CABAÑA EN EL CERRO


Imagen: Niebla. Autor desconocido.



"...comprendió que estar muerto es como estar vivo, pero solo, muy solo." (Enrique Anderson Imbert).




Aún no había amanecido; el viento del Norte barría el cerro con su furia de noviembre. Pascual se frotaba los ojos en un intento de limpiar las tinieblas del sueño.

- Marcia -llamó, pero la única respuesta que obtuvo fue el silencio.
Esta mujer es silenciosa como un fantasma -pensó con un estremecimiento frío en la espalda.

Arrojó las mantas a los pies de la cama y se vistió. Mientras desmigaba un pedazo de pan en el cuenco de leche, miró por la ventana. La niebla había huido, azuzada por el viento del Norte, que aullaba con su aliento helado en ráfagas violentas.
Le extrañaba que Marcia hubiera salido tan temprano; normalmente desayunaban juntos en un ritual donde cada pequeño gesto era la promesa de un día pleno.

- ¿Dónde se habrá metido esta mujer? -musitó a los tímidos rayos de sol que entraban por la ventana.

Fuera, el viento del Norte gritaba al enredarse en las ramas descarnadas de los árboles. Entre el ruido de las ráfagas creyó oir la voz de Marcia llamándolo. Salió de la cabaña sin preocuparse de ponerse el abrigo -la voz había sonado con la urgencia del peligro- En el sendero vio un bulto oscuro e inmóvil.
Sintió que una garra le atenazaba el estómago desde dentro. Echó a correr hacia el bulto y, al llegar, respiró aliviado y se echó a reír.

- No es más que un tronco que ha derribado el viento. Hoy está soplando fuerte- Dijo y sintió una manta de hielo cubriéndole el cuerpo.


De vuelta en la cabaña, Pascual se puso el abrigo, cogió el bastón y enfiló el sendero en dirección al pueblo, como hacía cada mañana. Le extrañaba no cruzarse con nadie por el camino. Lo achacó al frío de aquella mañana y al bramido del viento del Norte.

Le parecía raro que el pueblo estuviera cubierto de niebla y aún más encontrar las calles desiertas a esas horas en que la actividad bullía en la plaza. Dejó atrás el ayuntamiento y torció a la izquierda por la segunda calle, hacia la fuente vieja. La puerta de la carnicería estaba abierta. Entró.

- Pilar -llamó a la tendera -Pilar- y su voz recorrió el pasillo vacío, subió a la segunda planta de la casa y rebotó con un eco siniestro en las habitaciones.

Un aliento gélido nacía dentro de él y le hacía expeler nubes de escarcha cuando hablaba. Al cerrar la puerta de la carnicería para evitar que escapara la tibieza de la tienda, vio en el centro del cristal, pegado con unas tiras de celo, un papel ribeteado en negro.

"Hoy se celebrará el funeral de Pascual Frutos. La viuda, Marcia Fuentes, pide una oración por el alma del difunto."

2 comentarios:

ángel de cristal dijo...

Que bello relato, aunque es un poco largo me ha gustado mucho leerlo, pero he notado que es algo triste y eso es lo que no me ha gustado.


Muchos besitos de tu amiga Vane y cuídate mucho.

El Rey Peste dijo...

Hola, Vane:
Eres la segunda humana que hace referencia a la tristeza del relato. La verdad, no creo que sea tan "triste". Es un relato de terror, una fantasía post-mortem, nada más.
De todas formas, gracias por tu comentario.