Era
una de esas tardes de domingo en que uno sabe que lo mejor que puede hacer es
quedarse en el sofá y dejar que el ventilador alivie algo el calor con una
suave corriente de aire. Fuera, el sol castigaba el asfalto y los edificios
parecían derretirse.
Busqué
en los cajones y logré reunir cinco euros en monedas de diez y veinte céntimos.
Con el botín a buen recaudo en mi bolsillo, me dirigí a uno de los pocos videoclubes
que aún sobreviven heroicamente en la ciudad, dispuesto a alquilar algo
realmente bueno.
El
local estaba desierto; Álvaro, el encargado, luchaba contra el calor y el tedio
bebiendo una Mahou y mirando una peli antigua en la pequeña pantalla que oculta
bajo el mostrador.
-
Buenas.
-
Hola, vaya calor ¿eh?
-
Sí, parece que los edificios se derriten. Oye, ¿tienes algo bueno?
-
¿Qué? –dijo mientras apretaba la pausa del mini-DVD- ¿una de esas tardes?
-
Sí, joder, una de esas. Oye, tengo ganas de tirarme en el sofá con una cerveza
helada y, al menos, noventa minutos de entretenimiento “made in Hollywood”; así
que dime si te ha llegado algo que merezca la pena.
-
Vaya, hoy no estás para sutilezas ¿eh?
- No
quiero perder el tiempo. Al menos en casa tengo un ventilador. Por cierto,
¿cuándo coño vas a arreglar el aire acondicionado?
-
Está bien, deja que mire el archivo de las curiosidades.
Estuvo
mirando durante cinco eternos minutos que aproveché para inspeccionar los
clásicos que languidecían cubiertos de polvo en la estantería del fondo.
Encontré
una versión remasterizada de “Con faldas y a lo loco”; devolví la sonrisa a la
cara de Marilyn que llenaba la carátula.
-Me
llevo esta.
-Es
una buena elección; la han remasterizado con las últimas técnicas de
restauración de audio y video. Tío, la he visto y te juro que parecía que
Marilyn quería salirse de la pantalla.
-No
necesitas venderme las virtudes de la cinta –atajé- Me la voy a llevar de todas
formas.
Pagué
el alquiler del DVD y volví a la suave corriente de mi ventilador.
Paré
la peli para acercarme la segunda cerveza de la tarde. El fotograma elegido por
la sed y el azar era un primer plano de Marilyn. Lo miré atentamente durante
unos segundos. Creo que murmuré algo así como “ojalá fueras real” y fui a la
cocina.
Mientras
abría la nevera, me pareció oír una voz familiar en el salón.
-Mierda
–mascullé con la boca llena de espuma de cerveza- ha saltado la pausa.
Volví
al salón. La cerveza resbaló de mi mano y una sensación difícil de describir se
apoderó de todo mi ser.
-Has
derramado tu bebida –dijo Marilyn Monroe con la sonrisa más encantadora que el
maestro Billy Wilder jamás pudo arrancarle para las cámaras.
-
Yo… tú… yo… eres… pero… -acerté a balbucear mientras mi boca se quedaba
encajada en una apertura imposible. Ella se levantó del sofá, se acercó a mí
con pasos cortos y me cerró la boca con su mano.
-Pero…
¿cómo? Quiero decir… estoy encantado de conocerte, Marilyn.
-
Por favor, llámame Norma; vamos a ser amigos y los amigos se llaman por sus
nombres reales ¿verdad? –y dijo mi nombre; el vértigo hizo girar el mundo hasta
desvanecerlo, mientras las letras que me nombran rebotaban en sus dientes
perfectos y resbalaban por sus labios carnosos y cálidos.
-Norma.
–pude articular después de varias eternidades de silencio estupefacto. Ella rió
con un sonido cristalino y me pidió algo de beber. Preparé unos cócteles con la
torpeza de un niño con párkinson. Brindamos y bebimos.
-Norma
–al repetir su nombre sentí como si un montón de gusanos hubieran culminado su
metamorfosis en mi estómago.
-¿Sí?
–dijo mientras dejaba la copa sobre la mesa.
-Yo…
debes disculparme, pero, ¿cómo rayos has salido de la pantalla? ¿Estoy
alucinando? ¿Eres real?
-¿Por
qué no me tocas y te convences? –susurró a mi oído con una voz de terciopelo y
dejó caer un beso suave en el lóbulo de mi oreja izquierda. –En cuanto a lo de
salir de la pantalla… Oh, bueno, es algo complicado pero creo que lo puedo
resumir diciendo que te oí desear que fuera real y quise conocerte, algo en tu
voz hizo que me fijara en ti. No creo que pueda explicarte, exactamente, cómo
salí de ahí y me encontré aquí.
Subrayó
los adverbios de lugar con su dedo índice y una sublime expresión de asombro en
los ojos.
-Cielos
–dije reprimiendo mi leguaje habitual –Eres realmente tú. Pero, –y me fijé en
un detalle que, hasta entonces me había pasado inadvertido –vaya, estás en
blanco y negro. No es que me moleste, pero me resulta extraño…
-Claro,
cielo, yo estaba en una peli en blanco y negro. No debería extrañarte tanto. En
cambio, sí me noto la voz algo rara.
-Sí,
es por el doblaje; estás doblada, si no, no podría entenderte.
-¿Doblada?
Vaya, esto sí es raro. ¿No podrías hacer algo para que no sonara tan extraña?
-Puedo
poner el DVD en versión original.
-Hazlo,
por favor.
Apreté
el botón de idiomas y seleccioné “English”, sin embargo seguía en versión
doblada. Aventuré una hipótesis.
-Quizá,
si saco la película y la vuelvo a poner, esta vez en versión original, podría
solucionar lo de tu voz.
-Inténtalo,
por favor, no soporto hablar con una voz prestada.
Saqué
el disco y, al instante, la bella Norma Jean se desvaneció de mi lado. Volví a
poner la película, encontré el fotograma exacto y apreté la pausa. Ahí estaba
Marilyn, congelada en el preciso instante en que deseé que fuera real. Esta
vez, en lugar de materializarse en mi sofá, permanecía atrapada en la pantalla.
Me pareció advertir un gesto de resignación en sus ojos y, al volver a poner en
marcha el DVD, creí ver que sus labios formaban las letras de mi nombre.
No
devolví la copia al video-club. A Álvaro le dije que la había perdido; tuve que
aguantar sus reproches durante cuatro meses y pagar los veinte euros de multa.
Cada
vez que veo “Con faldas y a lo loco” me fijo en un primer plano de Marilyn
Monroe, y le sonrío, deseando que Norma Jean vuelva alguna vez, para terminar
el cóctel que dejamos a medias aquella tarde de verano.
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