Entre las
ruinas del mundo, sin dirección bajo una lluvia espesa que cae en silencio. El
peso de los años marca el rumbo de mis botas. Hace tiempo que perdí el camino y
voy sin dirección entre las ruinas del mundo.
Camino pesadamente, con la
torpeza de la carroña. Los ojos fijos en un horizonte derruido por la locura de
los hombres.
Entre las
ruinas del mundo solo, rodeado de silencio, hablo con las voces de mi cabeza
que no dejan de susurrarme que el fin está cerca.
Camino pesadamente (el fin está
cerca –dicen las voces en el silencio–). Ansío el descanso pero, no puedo
detenerme. En algún lugar encontraré el reposo, pero aún no.
Entre las
ruinas del mundo, sin dirección, sigo las huellas de caminos que una vez
existieron. He encontrado restos de una hoguera y hay una casa que conserva
parte del tejado. Pero sé que no puedo detenerme mientras el silencio lo llena
todo.
Camino pesadamente y algo indica
que el fin está cerca. Pero, todavía no; aún tengo que encontrar algo que he
perdido entre las ruinas del mundo.
Entre las
ruinas del mundo se abren agujeros donde se pudre lentamente la humanidad. Miro
al horizonte derruido y pregunto en voz baja “¿Esto es todo?” El viento pasa
sin ruido entre las ramas de los árboles, debería sonar como un chocar de
huesos. “Esto es todo”, digo en voz baja y sé que el fin está cerca.
Camino bajo un sol pesado de
mediodía. Encuentro un campamento, me reciben amigablemente; hombres, niños,
mujeres deformados hasta la pesadilla, intentan sonreír con los restos de lo
que fueron caras y cantan alrededor de la hoguera…
...Me cantan a
mí, muerto entre todas las canciones.
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