Beso
licores extraños,
he
probado la absenta
de
los condenados,
cansado
como el crédito de la tarjeta,
sólo
queda un escalofrío
dentro
de la maleta.
Mis
manos están vacías
como
la tumba del vampiro,
huelo
a botellas rotas
y en
mi oración hay un vacío
que
se parece a esa sombra
que
me habla en el pasillo.
Bebo
la absenta de los condenados,
la
sangre de los malditos.
Sólo
queda en las paredes humo usado
de
mil cigarrillos
que
volvieron ceniza los años.
Colgando
del techo
hay
huellas de canciones
que
anularon el tiempo
y
todavía puedo ver en el espejo
las
canas en la barba,
la
suciedad en el pelo,
el
cansancio en cada palabra
como
el eco de un reflejo,
algo
tan inútil como la esperanza.
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