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miércoles, 25 de mayo de 2011

DÍA DE LLUVIA

Imagen extraída del blog El camino de la tangente.

Iba a salir del portal cuando un vecino me avisó de que en la calle estaba cayendo una tormenta “de proporciones bíblicas”. Volví a entrar en mi domicilio de la calle de Santa Lucía, nº 11, noveno B, en busca de un paraguas y de nuevo afronté el descenso de la vieja escalera. Una vez en la calle, me dispuse a abrir el paraguas automático, cuando, al oprimir el mecanismo que hace que surja una estructura protectora contra las inclemencias del tiempo, oí un estruendo que, en primera instancia, achaqué a algún trueno proveniente de la tormenta tan tremenda con que Dios limpiaba la ciudad de la mácula de los pecados nocturnos. Incluso vi a una señora que (según pensé) se llevó tal susto por el trueno (pues debo confesar que hasta yo mismo me asusté de lo cerca que había sonado) que cayó de bruces en medio de la vía pública, siendo preciso aclarar que la susodicha señora se encontraba en pleno proceso de cruzar la calle.

Continuando con el relato de los hechos, mi paraguas no se abría, así que procedí a tirar nuevamente del mecanismo de apertura, esta vez más fuerte. Según tiré de la palanca, de nuevo oí un trueno de proporciones apocalípticas, incluso me pareció ver una especie de fogonazo que (por extraño que pueda parecer) salió de la punta de mi paraguas. Esta vez un hombre cayó al suelo a escasos 10 metros del lugar donde yo me hallaba. Quise acercarme al pobre hombre por si se había hecho daño al caer sobre la acera (el individuo en cuestión había logrado culminar el proceso de cruzar la calle); como digo, Señoría, quise acercarme al interfecto pero dos guardias me lo impidieron, debo añadir que con muy malos modos. Me despojaron del paraguas y me introdujeron esposado en un coche celular que condujeron a gran velocidad y con las sirenas a todo volumen hasta la comisaría del distrito, donde me empezaron a hacer unas preguntas absurdas; entre otras, Señoría, figúrese y perdone que me ría, me mostraron una escopeta Zabala, modelo 326-P, y se empeñaban en decirme que era “el arma homicida”.

Su Señoría comprenderá mi fastidio y confusión al ser interrogado y, casi me atrevería a decir que vejado de esa manera por dos agentes de la Ley, cuya misión es la de protegerme a mí, un honrado ciudadano, de la ralea de maleantes, ladrones y asesinos que pueblan estas calles y no, como hacían, acusarle a uno de haber entrado en su domicilio de la calle de Santa Lucía, número 11, noveno B, con la alevosa intención de coger una escopeta Zabala, modelo 326-P y emprenderla a tiros con los transeúntes. Como si uno fuera uno de esos psicópatas de las películas americanas, o como si uno fuera tan idiota de confundir un paraguas con una escopeta…

1 comentario:

Anónimo dijo...

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